After (h)our Audience

El museo Belvedere 21 en Viena acogió el 9 de junio de 2018 la conferencia internacional After Audience[1], un día intenso de conversaciones alrededor de seis provocadores títulos todos compuestos con el prefijo AfterAudience, Experience, Resistance, Production (of Your Own Satisfaction), Representation Before Study y e-flux— y expuestos a dos voces cara a cara para luego perderse entre el resto de caras. De las vibraciones de esa composición, multiplicada por la informalidad de otros pequeños encuentros ese mismo día, y sobre todo bien entrada la noche, nacen estas notas.

Empieza a hablar Manuel Borja-Villel, director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, sobre la mercantilización de los museos, las dificultades para ir más allá del espectáculo de las cifras y los nombres y del poder omnímodo de la atracción. Entre otros temas Borja-Villel cuenta una de las actividades que se organizaron desde el museo dentro del marco del 80 aniversario del Guernica de Picasso, en Málaga, ciudad natal del artista. Lo interesante estriba en que el lugar elegido para la actividad no fue el Museo Picasso de Málaga, ni el Centre Pompidou Málaga, ni el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga, sino La Casa Invisible, un centro social y cultural de gestión ciudadana, espacio ocupado en el año 2007 que sigue en un estatus jurídico irregular y en conflicto con el Ayuntamiento de Málaga —gobernado por la derecha desde hace 20 años—. «Picasso en la institución monstruo», así se titulaba la actividad, una monstruosidad que tiene mucho que ver con la ambivalencia y la potencia que tiene este tipo de experimentaciones institucionales. Por un lado uno de los museos más importantes del estado, parte del Ministerio de Cultura, en contacto con los poderes fácticos, la presión global y el peso institucional. Por otro lado un centro social autogestionado que funciona más bien como contrapoder de lo instituido, en contacto con el malestar social local y desde la informalidad ingobernable de lo inatractivo. Ahí se abre una relación monstruosa, asimétrica, pero que pone en el centro un cuestionamiento sobre lo instituido y lo instituyente, sobre la audiencia mutua. Una escucha que no pretende solo cuidar prácticas instituyentes sino también modificar la propia forma institucional.

Mientras que en la ciudad de Málaga, los gestores culturales y políticos están obsesionados con la audiencia como atracción, La Casa Invisible propone la audiencia como escucha atenta al cuidado de la socialidad. Deconstruir y desasentar las instituciones (y la audiencia) para escuchar lo que hay más allá de la pasividad, después y debajo de la audiencia. En La Casa Invisible la audiencia es una actitud pasajera, leve, frágil; no es disciplinada, se emborracha, desatiende y desasienta lo que se da por sentado. Es un constante desvío en el que la audiencia no es ya audiencia pero sigue escuchando mientras susurra otras formas de estar en relación. Una subversión suave al proyecto global de ilustración —de iluminación—, de transparencia absoluta, de traducción inmediata, de claridad total. La oscuridad, la secuencialidad, la lentitud y los malentendidos caracterizan esta nueva actitud inatractiva llena de sombras. La audiencia después de la audiencia, de after, borracha, puesta, confundida y a destiempo. La after-(h)our audience supone una transgresión del tiempo, que no se proyecta al futuro sino que extiende el ahora en la oscuridad de la noche, de cada-noche. Our [nuestra] aquí no se refiere tanto a propiedad como a apropiación, una apropiación que deja desierta la propiedad, que desarrolla una escucha (una audición y una audacia) desposeyente, destituyente, al tiempo que construye una nueva forma de relacionarse con la escucha que alarga el ahora, que potencia el presente y la presencia. No para extraer capital, información, atractivo, ni para representar lo olvidado, ni siquiera para «gobernar obedeciendo», sino como la mutua tarea de escucharnos y afectarnos por lo que escuchamos. Una resistencia suave a la mercantilización de lo accesible, a la experiencia pasiva de lo atrayente, a la falsa participación de lo representativo, al fetichismo de la promesa, al consumo de lo inmediato, a la producción de nuestra propia insatisfacción.

Esta resistencia suave o suavidad resistente no tendría que ver tanto con un acto defensivo o con una reacción —tampoco con un momento heroico o sacrificado— sino más bien con una multiplicidad de actos cuidadores (y cuidadosos) de un proceso constante de resistencia. Suavidad resistente, insistente, subsistente, que sostiene y cuida la resistencia, que hace que la resistencia resista, aguante. Frente a la separación y el extrañamiento que producen los documentos de cultura —y sus instituciones—, la suavidad reproduce afectos de resistencia para desasentarlos, rodearlos; para hacer habitables las distancias, poblar los enmedios y condensar intensidades donde la audiencia como escucha es posible. Para que la propia escucha sea lo que extienda con suavidad lo que es posible. Pero ¿qué se hace después de resistir, después de aguantar? No después temporalmente, o no desde una noción lineal del tiempo, sino después como detrás o a continuación, ¿qué extiende la resistencia y qué hay detrás de ella? «Resistir es crear» decía La Casa Invisible en 2007 cuando la estrategia de los museos empezaba a implantarse en la ciudad alejada de la vida, únicamente como fuerzas de atracción de turismo y capital. En aquel momento, punto álgido de la burbuja inmobiliaria, los cuerpos excluidos y castigados por las políticas salvajes de la globalización debían además aguantar la dureza y el cansancio de resistir. Activismo extenuante, frágil, vulnerable, pero al mismo tiempo, en esa debilidad los consensos del mundo se tambalean, se duda de lo que nos sostiene y para ello se buscan nuevas fuerzas. La necesidad de generar amistades, el convencimiento de que esa vulnerabilidad es también una enorme fuerza. Se abre una nueva sensibilidad, una nueva suavidad resistente que nos pone en riesgo y, al mismo tiempo, abre una inmensa potencia de invención.

En La Casa Invisible quedar(se) consiste en juntar(se). Ya desde los inicios de la aventura invisible la cuestión combinada de juntar(se)/quedar(se) adquirió una condición necesaria, se dejaba atrás la idea vaporosa de ‘un desalojo, otra ocupación’ para condensar las energías en un punto y permitir que las cosas pasaran ahí, aquí y ahora. Instituir el vacío, quedarse para poder juntarse. Nació así una actitud: #LaInviSeQueda, seña de las movilizaciones de todos estos años,  muy inteligentemente se entendió y repitió que el espacio no es solo fundamental como infraestructura para los creadorxs invisibles y la multitud de prácticas activistas sino que se había producido una composición indisoluble entre socialidad y materialidad, entre el edificio de 1876 con sus incontables heridas y una multitud de personas precarias. El cuidado mutuo parte de la fragilidad social y material que hace de la actitud de quedarse una sensibilidad, un cuidado abierto y alerta a los malestares de una ciudad que únicamente fabrica separaciones.

Este parque de atracciones al que llamamos ciudad ha perfeccionado sus armas en los últimos años y su hegemonía hoy es total. La dictadura de la audiencia, que funciona como contador de la atracción, no es más que un intento de justificar/contabilizar el flujo económico que entra en la ciudad mientras que sus instituciones funcionan solo como cáscaras de ese entretenimiento. Han conseguido aislar, segregar y expulsar la vida, que ya solo funciona mediante la mercantilización viscosa de cualquier elemento que se le acerca. Eso a lo que llamamos turismo no es más que la máscara del secuestro de las corrientes de deseo (de nuestra propia satisfacción) que a su vez ha privatizado hasta el último gesto de nuestra vida en común. En la ciudad de atracciones nunca había sido tan fácil sentirse absolutamente solo, desprovisto de todo mecanismo de desamblaje, anclaje, asamblea, ensamblaje común. En este escenario se produjo una ofensiva para desterrar definitivamente a La Casa Invisible y lo que significa como heterotopía en la ciudad, pero provocó todo lo contrario, una nueva actitud: #LaInviSeMultiplica. Nació una nueva suavidad resistente, más generosidad, alianzas, amistades, #MálagaNoSeVende, una astucia especialmente afilada, una nueva audiencia como escucha y la energía inventiva de las superheroínas invisibles, quizás la que mejor define esta nueva multiplicidad. Antes y ante la dureza de la ciudad de atracciones, la suavidad resistente de after-(h)our audience.


Kike España

 

[1] Más información sobre la conferencia aquí: midstream.eipcp.net/after-audience

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